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6.202.700… y creciendo

Leo en tu mirada tal indignación, que forzosamente tiene que ser muy serio.

Mientras voy consumiendo las páginas del periódico, que para variar no cuentan nada nuevo, pero que en todo caso no es bueno, te voy mirando de soslayo para que la explosión de ira que inevitablemente se producirá, no me encuentre desprevenido.

Hay suficientes ingredientes en el caldo de cultivo de la actualidad, como para preparar un indigesto mejunje que nos produzca úlceras sangrantes en el estómago. No pasa un día en que no nos den una nueva ducha de agua fría, a costa de los parados, de las pensiones o de la banca.

Los miembros del gobierno dicen una cosa y la contraria, un día sí y otro también; el presidente está la mayor parte del tiempo fuera de escena y cuando aparece, siembra más confusión y malestar; los más de 6.200.000 parados son de auténtica vergüenza nacional y cada vez que alguien levanta la alfombra para mirar debajo, resurge con crudeza toda la corrupción que ha estado tapando durante años.

Quizás no todo esté perdido, pero lo cierto es que lo parece.

Enzarzados hasta el hastío en el ‘Tú más’, no saben cómo ponerse a trabajar para intentar al menos corregir, las medidas que han demostrado no ya ser ineficaces, sino culpables de un mayor empobrecimiento de la población.

Navegando en un mar embravecido, a bordo de una nave resquebrajada por los embates de la tempestad, que nos azota desde hace varios años, y con una brújula trucada por Angela Merkel y sus oscuros y a la vez transparentes intereses particulares, no nos queda ya más que esperar lo peor.

Con la economía familiar diluyéndose por el desagüe, pedimos 41.400 millones para recapitalizar a la banca doméstica, mientras entregamos un donativo de 42.000 millones para el rescate de Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre. O sea, un cambio de cromos con el que salimos perdiendo.

Personas que nunca se hubieran imaginado frente al domicilio de un político para exigirle responsabilidades, desesperados ven en ello la única vía para obligarle a tomar conciencia.

Que un parado de larga duración, italiano, la emprendiera a tiros con unos policías cuando su objetivo eran los políticos, es una clara señal de alarma que destella con fogonazos cegadores advirtiéndonos de que lo peor puede estar a punto de llegar. La desesperación es un acicate imprevisible que puede nublar los sentidos de la persona más equilibrada.

Ir a la moda ahora, como dice una amiga mía, no es vestir el último modelito del más afamado modisto, sino estar sin empleo y sin recursos económicos para sacar adelante a los tuyos.

Los miles de jóvenes que se han visto obligados a expatriarse, son ya una losa que debería aplastar bajo el peso de la vergüenza a quienes todavía no han sido capaces de reconocer que se han equivocado. Padecemos el gobierno más nefasto de nuestra Democracia y el único que fue referente en momentos difíciles, no es ya más que una figura en entredicho que padece sus más bajas cotas de popularidad.

En lugar de estímulos, impuestos; en vez de un paso atrás al equivocarse, una huida hacia adelante arrastrando a más gente; incapaces de encontrar agua, combaten el incendio con gasolina.

Entretanto, el nudo de la soga que nos abraza el cuello, se aprieta cada vez más impidiéndonos el resuello.

Y mientras aquí tenemos unos políticos inertes, que no hablan más que para decir sandeces, en el exterior se atreven a meter las narices en países ajenos y dar lecciones de soberanía al gobierno de un inmaduro populista que llama ‘Hitler’ al líder de la oposición en su país e intenta perpetuarse en el poder, a la sombra de un fantasma que habla por el pico de un pajarito.

Te obsequio con una mirada directa y expectante por ver si al fin decides abrir la válvula de esa olla a presión que amenaza con desintegrarte desde dentro.

Al fin, con voz rota, vencida y humillada, apenas un hilo de voz, desvelas lo que te viene carcomiendo desde hace rato.

—¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto?
—¿A qué te refieres?
—A los restos fecales encontrados en la comida de los hospitales públicos de Navarra, servida por la empresa Mediterránea de Catering.

Una vaharada de asco y repulsión me comprime de súbito el diafragma, impidiéndome respirar durante un instante que se me antoja eterno. Esperaba cualquier cosa menos esa y, venciendo las ganas de vomitar, luchando contra la náusea y la ira, procuro pensar en otra cosa menos indignante.

—Este hecho exige una condena adecuada y los responsables deben ser inhabilitados para ocuparse de nada que tenga que ver con la alimentación humana. De por vida.

Tu deseo es sin duda correspondido, pero mucho me temo que al final, los culpables de esa ignominia nauseabunda se irán de rositas.
Necesito cambiar de tema cuanto antes o no podré comer en semanas.

—¿Tú has visto alguna vez un billete de 500 euros?
—¡Ja, ja, ja! —Creo que he conseguido hacer que olvides, aunque sea temporalmente, el vomitivo suceso hospitalario— Ya lo creo. Tener no tengo ninguno, pero verlos, los he visto. Lo dices por el ministro De Guindos, ¿no?
—¿Cómo entiendes que el ministro de Economía diga semejante disparate?
—Tendría un mal día o querría congraciarse con los ciudadanos haciéndoles creer que los ministros no ganan tanto.
—Tal vez él viaje siempre con los gastos pagados (por nosotros, claro) y ni siquiera tenga necesidad de echar mano a la cartera… Pero eso demuestra que nos tiene por tontos ignorantes.
—Por lo menos parece que lo pretendiera…
—¿Y te parece descabellada la idea de hacerlos desaparecer? Los billetes de 500 euros…
—Me parece una solemne majadería, porque dudo de que esos billetes estén escondidos en el colchón de nadie y vayan a florar al amenazar con dejarlos sin valor; más bien me parece que duermen el sueño de los justos en paraísos fiscales, aguardando el momento idóneo para la resurrección, cuando los cambiarán por billetes más pequeños que permanecerán tan ocultos al fisco como los grandes. Una vez yo haya depositado unos cuantos millones en una cuenta secreta suiza o de las Islas Caimán, ¿qué me importa el color o tamaño que tenga el billete guardado en la cámara acorazada del banco? Ya se encargará éste de cambiar por mí los billetes viejos cuando se deba hacer.
—Creo que esta iniciativa no deja de ser como el intento desesperado de quien se está ahogando y boquea con ansiedad para tragar aire; una forma de intentar transmitir serenidad haciendo creer que están trabajando en sortear el temporal. No creo que tarde mucho en circular algún chiste ocurrente acerca del ministro que debe de creer que nos hemos caído de un guindo. Más de uno, cuando a partir de ahora le salude, le enseñará ese billete.



Billete de 500 Euros (anverso)

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (cuando te referías a los paraísos fiscales), —de pronto ha saltado a mi memoria una noticia leída hace días— he recordado una información que aludía a la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza (la Tita Cervera de toda la vida), como una de las asiduas a esos sitios, y no solo por sus playas vírgenes de aguas cristalinas.
—¡Calla! ¿En serio?
—O sea, que tú ya lo tenías claro desde hace tiempo… Pues sí, como te lo cuento. Según el artículo, tras una investigación de 15 meses, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) ha publicado en su web un adelanto de esas indagaciones, que incluyen a la baronesa.
—Y supongo que los Especialistas de Hacienda habrán empezado ya a tirar del hilo… Como ha hecho el juez Pablo Ruz sobre los movimientos de 32 millones de euros que manejó con mano diestra Jordi Pujol Ferrusola, el hijo mayor del expresident Jordi Pujol, o cinco mercantiles vinculadas a él, al hijo.
—¿Y crees que con conocimiento de su padre?
—¡Chi lo sa…! En todo caso, la exnovia denunció que le vio (al hijo) ir a Andorra con una mochila repleta de billetes de 500 euros. Mira qué oportunidad hubiera tenido el ministro de Economía, de haberlo sabido, para ver no uno, sino muchos billetes de 500 (y por los dos lados). O para habérselos cambiado por otros de 200 y 100 euros; el de la mochila habría ganado porque le hubieran dado 3 por 1: un pasaporte en viaje de primera a España, alojamiento gratuito y pensión completa.
—Ja, ja, ja. Hubiera sido bueno, sí. A mí me gusta creer que los inspectores del fisco trabajan de oficio y con oficio. Otra cosa es que luego, los que mandan sin oficio decidan echar tierra por encima, que eso también me lo creo. Pero confío en que encuentren todos esos billetes y los retiren de la circulación. Una parte del trabajo ya estará hecha.
—Deberíamos aprender de los norteamericanos. ¿Sabes quién es Wesley Snipes?
—Sí, un actor negro que suele representar papeles de ‘duro’ en películas de acción y que protagonizó la trilogía vampírica Blade.
—¡Exacto! Pues acaba de salir de la cárcel, donde ha estado dos años y medio por evasión de impuestos. El chiste, es que sus abogados argumentaron que sus asesores fiscales le convencieron de que ninguna legislación le podía obligar a pagar impuestos. ¡Y se lo creyó! Así que, él terminó en la cárcel… y sus asesores también.
—¿Snipes se parece un poco al duque, ¿no?
—¿Al duque…? ¡Ah, sí, ja, ja, ja! Ignoro si también andará em… Palma… do o tendrá título nobiliario, suegro de sangre azul o enchufe en una compañía telefónica de postín, pero sí que parece un presunto tramposo como presuntamente parece ser el otro, sí.
—¿Sabes que éste dice ahora que cree que le piden las declaraciones de renta ‘para ver qué sale’?
—¿Quién? ¿El duque consorte? ¿Y para qué se las van a pedir si no?
—Pues tal vez para entrometerse en su intimidad, como antes aseguró la duquesa.
—Con Hacienda poca broma; recuerda que Al Capone no era pillado por sus crímenes y lo trincaron por evadir impuestos.
—Bueno, al menos la transparencia ha llegado a la Casa Real y ya sabemos que se gastó 500.000 euros de nuestros impuestos en decorar y reformar el palacete donde se alojó Corinna durante sus largas estancias en España. O sea, que ya podemos darnos con un canto en los dientes.
—Pero ese dato no lo dio la Casa Real, sino el diario El Confidencial…
¡Tch…! Si es que estos periodistas están siempre husmeando en la intimidad de los famosos, aunque sean de sangre real… Empiezan a parecerse a los Técnicos de Hacienda y los jueces. Habría que darles una placa con licencia para husmear.

Me observas con sumo interés tras mi comentario; supongo que intentando averiguar el sentido de mis palabras. Yo me mantengo circunspecto, impasible y sereno.
Y como quiera que no acabas de descifrar la intencionalidad de mis palabras, te guiño un ojo y sonrío.

—Vale —me dices de pronto—, 1-0. Yo pago hoy la cena. Te lo has ganado.
—¡Y qué importa quién pague! Disfrutaremos de nuestra compañía y conversación; y eso es lo que cuenta al fin.

Con mi agradecimiento

* * *

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