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¿Es siempre justa la Ley?

No puedo estar más de acuerdo contigo.
Todo lo que me cuentas no hace sino afirmarme en la idea de que nuestros políticos, han olvidado el motivo por el que fueron aupados hasta el sillón que calientan cada día y del que no se levantan, como no sea para criticar a sus oponentes sin hacer de paso una crítica para sí mismos.

– No sé de qué te sorprendes, –me llama poderosamente la atención tu gesto harto expresivo que indica una percepción desconocida- ya que no debería ser nuevo para ti que yo esté en general, de acuerdo con las ideas que compartimos y aunque es verdad que a veces me sacas de mis casillas, en el fondo siento una gran satisfacción por encontrar en ti el oponente perfecto para una conversación en la que no prime el Pensamiento Único publicado por Ramonet.

Ya he captado toda tu atención. Lo sé porque has dejado de moverte con ese gesto tan tuyo, consistente en balancearte sobre tus zapatos al tiempo que estrujas los dedos de tus manos fuertemente apretadas.

Te quedas a la espera de que prosiga, pero no será por mucho tiempo.

– Desde la entrada en funcionamiento en muchas ciudades del vehículo oficial de la guardia urbana equipado con cámaras fotográficas, un colectivo de personas en particular (además de la población en general) ha sido perjudicado en gran medida: el de los conductores discapacitados físicos, ya que al no tener en su vida diaria otro modo de desplazamiento mejor que el automóvil, se ven en la obligación de ir con él a todos los lugares en que se desenvuelven.

– ¡Y a casa porque no cabe en el ascensor…!

Sonrío ante la ocurrencia de tu comentario, porque sé que no has querido hacer un chiste fácil, sino expresar una gran y triste realidad: que hay personas que no pueden despegarse del asiento del conductor, si quieren disfrutar mínimamente de una vida bastante complicada en sus circunstancias.

– Van al colegio cuatro veces cada día para llevar y traer a sus hijos, compran el pan, la carne, el pescado, la fruta,… Y en definitiva, no hay un solo lugar al que no deban acudir a bordo de su coche. –El conato de nerviosismo que te abordó tras tu comentario anterior parece que te ha abandonado y para no permitir que regrese, prosigo con aire distraído.- Y, naturalmente, como lo que más les cuesta es caminar, se ven obligados a dejar el vehículo lo más cerca posible del establecimiento al que acuden, “abandonándolo” momentáneamente para poder realizar aquello para lo que se desplazaron a ese lugar.

– Como es lógico, siempre dejan el automóvil identificado con la tarjeta de aparcamiento para discapacitados y con las luces intermitentes de emergencia encendidas, ya que, como nunca encuentran una plaza de aparcamiento libre cuando la necesitan, no hay otra solución que dejarlo en doble fila, pisando un paso de peatones,…

– Después vendrá la odisea de subir de la calzada a la acera, si es que pueden encontrar entre los vehículos estacionados un hueco lo bastante amplio como para pasar entre ellos… Especialmente si van en silla de ruedas y siempre que las motos en la acera no formen una barrera más compacta que la de los coches…

«No lo puedo evitar: cada día estoy más satisfecho de que un día, hace tanto, se cruzaran nuestros caminos…», pienso mientras vuelvo a responderte con una sonrisa y me pregunto con quién podría hablar como lo hago contigo.

– ¿Son entonces los discapacitados unos infractores contumaces?
En realidad es una pregunta retórica que me hago a mí mismo, aunque parece que la esperabas porque sueltas, con una celeridad que me provoca un respingo, la idea que hierve en tu cerebro.

– ¡NOOO! Son personas con grandes dificultades para moverse y para aparcar cerca de su destino el objeto en el que se trasladan y que no pueden guardar en su bolsillo…

Y es entonces cuando espero que, ahora sí, hagas el chiste, cuando vuelves a reafirmarme mi absoluta simpatía por ti.

– Si ante esa infracción actuara un agente municipal a pie, al extender la sanción se tendría que acercar al coche y podría apreciar la tarjeta de aparcamiento y comprender que no está allí por el abandono o desidia de su conductor… Mas, como los ayuntamientos han provisto a sus policías con los medios más sofisticados que hoy permite la tecnología, ahora la sanción viene precedida por una foto tomada desde un automóvil en marcha, con dos agentes en su interior que no se bajan del mismo (¡Para qué! Si van tan cómodamente dentro…) y que por lo tanto, no perciben ese detalle expuesto en el salpicadero.

– ¡Cierto! Y figúrate que al retornar al vehículo, su propietario ni siquiera sabe que ha sido multado. Recibida la notificación, sólo le restan dos opciones: pagar o recurrir. Pero como no podría pagar todas las multas expedidas en un año, presenta el recurso. Ahora bien, ¿cuántos deberá interponer en su vida? ¿Y qué pasa si, pese a todo, la infracción es considerada «Grave» o «Muy grave» y se da traslado a la Jefatura de Tráfico tras desestimarlo…?

– ¡Pues que además de acabar pagando podrá perder puntos de un permiso conducir que le posibilita moverse por el mundo sin ataduras! Es legal, pero… ¿Es justo?

Esa es la pregunta. ¿Es siempre justa la Ley? Pero vuelve a ser una pregunta retórica, ya que no espera respuesta, aunque está bien plantearla.

– Quizás deban pensar en hacer sus compras en otras ciudades donde no circulen esos coches con cámaras y aún puedan confiar en la comprensión del policía que se desplaza a pie… Pero aún queda el asunto de los colegios para quienes tienen hijos: ¿Les dejarán que vayan y vengan solos?
Es de suponer que deberán seguir arriesgándose cada día.

– No sé qué pensarás tú al respecto –me miras fijamente, muy serio- pero pese a todo lo expuesto, creo firmemente que las policías locales deberían ser más tolerantes con sus ciudadanos discapacitados…

– Pues, pienso… -demoro la respuesta para observarte atentamente mientras pongo un poco de orden en la canana repleta, no de balas sino de palabras, que pugna por vaciarse haciendo salir atropelladamente de mi garganta una queja que no llegará a ninguna parte- Pienso que parece razonable pedir que se proceda de manera sistemática por parte de las policías locales (antes de la emisión de la sanción), a verificar si la matrícula del vehículo infractor captada en la foto se corresponde con la de alguno que previamente haya sido registrado a nombre de una persona con discapacidad, ya que ese es uno de los primeros trámites que se realizan al comprar el coche, al incidir de forma directa en la exención del impuesto de circulación y matriculación del mismo.

Me tomo un minuto para dar un largo trago del agua fría que llena mi vaso, mientras pienso en qué estará más fría: el agua o la conciencia de algunas personas. Al fin y al cabo, quien activa la cámara, quien busca los datos de la matrícula pero no busca los datos que caracterizan de manera unívoca al conductor, quien desestima el recurso y notifica a Tráfico una falta grave o muy grave, quien podría haber evitado todo eso porque al fin y al cabo solo fue un coche en doble fila que no molestó a nadie, que no impidió la salida o circulación de nadie y que permitió a su conductor andar menos de lo que hubiera podido… ¿No es una persona?

Dejo el vaso sobre la mesilla y por el rabillo del ojo percibo tu paciente espera ante lo que sabes que todavía tengo que decir.

– Si se hiciera eso, se conseguiría evitar a los conductores discapacitados los permanentes recursos a las sanciones por esos motivos. A fin de cuentas, si la tecnología vale para sancionar, también debería servir para evitar molestias y angustias. Y si ya existe un censo de personas con discapacidad, no parece difícil, cruzando los datos, saber que el infractor es un integrante de ese colectivo. A partir de ahí, bastará razonar si la sanción es merecida o no.

– Y no pretendo que se perdone no respetar un semáforo rojo, stop, paso de peatones,… Mientras se circula. Esas conductas deben ser sancionadas y, si proceden, incluso con la retirada del permiso de conducir. Al hacer esta reflexión, pienso en esos ciudadanos que realizan estacionamientos prohibidos por la ley pero obligados por unas circunstancias físicas irremediables…

– ¡Venga! Te invito a comer. Yo conduzco… Tú aparcas.

Con mi agradecimiento

* * *

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